miércoles, 11 de septiembre de 2013

[Chico rata-metal] Llegadas inesperadas, 8/10




¡Recuerden!
Puede tener su blognovela. Si lo quieren.


4

¿Y el tercer tipo?, primera parte


Pero, por más que no lo vi, sí pude oír el tremendo golpe, casi perder el equilibrio cuando vibró todo el lugar, escuchar más cosas cayéndose y quebrándose, sentir los impactos, y el dolor de una cortada en mi mejilla, por los vidrios quebrados y cayendo de lo que antes fuera el techo. Pero nada se comparaba con los gritos de dolor de la Oni y los gañidos lastimeros del perro de Fu.
—Sal… salgamos… —decía el PdT, y sentí sus frías y sudadas manos en mi cabeza, como si quisiera evitar que viera lo que él sí presenciaba.
Dimos la vuelta, bajamos del mueble y salimos del Círculo por fin. PdT cerró la puerta tras sí, y eso apagó mucho los lastimosos sonidos. Me tranquilicé un poco, aunque terminé de hacerlo, al menos lo más que podía dada la situación, cuando vi a mi madre correr hacia mí y me abrazó con mucha fuerza. El miedo se diluyó en un tan necesitado alivio, tanto que hasta los gemidos apagados dejaron de darme tanta pena.
—¡Oh, gracias al cielo! —exclamaba ella, llorosa—. ¿Están heridos? ¿Pero qué ha pasado? Mark, ¿qué hay adentro? —uno de sus brazos me soltó, y lo alargó al PdT. Sentí que él hizo un movimiento brusco para alejarlo y lo vi irse con rapidez, sin ver atrás ni decir nada. Pero mi madre pareció no darle importancia. Me soltó solo un instante, porque luego puso sus manos en mis hombros y me vio a la cara, preocupada—. ¡Estás sangrando! ¿Tienes otras heridas?
—No, nada. —dolía, pero prefería que arreglara ese embrollo, antes de que se preocupara por una cortada sin importancia—. Adentro, están una Oni y un perro de Fu. Creo que eso es lo que hacía con el caracol-coral, llamé al perro de Fu, pero se cayó y… Creo que sobre la Oni, no sé… 
Le conté un resumen caótico, nervioso y atropellado de lo que había pasado. Ella me oía, pidiéndome que fuera más despacio, respirara profundo, explicara mejor algunas cosas y, en un momento, haciéndome picar dolorosamente la mejilla. Así logré tranquilizarme hasta dejar de temblar y recuperar la compostura. Fue cuando recordé, alarmado, e interrumpí el relato:
—¿Y Ben?
—No te preocupes, está en el recibidor. Está dormido y no despertará hasta dentro de unas horas. Está bien. Solo abrígalo, y luego llama a Lee.
Yo asentí, acostumbrado a seguir ciega y mudamente sus órdenes en ese tipo de situaciones. Me abrazó otra vez y, al soltarme, me dio una palmada en la espalda, invitándome a caminar. Pero no podía dejarla sola así como así.
—Son muy grandes, tal vez…
—Si veo que no puedo hacerme cargo, me salgo. Ahora, haz lo que te digo.
—Ten cuidado —le ordené. O imploré.
—Siempre.
Mi madre se dio la vuelta para abrir la puerta del Círculo. El gemido lastimero del perro de Fu no la hizo retroceder, pero sí me convenció de ir a por mi padre.
Ella no salió de ahí en horas.

-o-

Nada como ver a la luz del día el recibidor, para darme cuenta de lo extensa que había sido la herida de Ben cuando llegó solo unas horas antes. La sangre en la alfombra, el sillón y su camisa, que se movía con el viento que llegaba desde la ventana quebrada… Más, la lámpara, el techo destruido y varios ingredientes del Círculo… «¡Pero no es momento de hacer recuento de los daños!» me regañé, y fui a cerciorarme de que Ben solo estaba durmiendo.
A juzgar por sus ronquidos, así era. Estaba muy despatarrado en el sillón más cercano a la entrada. Aunque se le veía un poco de sangre en sus vendas, algo pálido e imposibilitado de estar despierto, yo me relajé porque parecía en buen estado, considerando la situación, claro.
Subí a mi habitación, bajé con mi edredón y teléfono celular en el bolsillo, cobijé lo mejor que pude a Ben, teniendo en cuenta su peso y mi consideración para con su herida. Al terminar, recordé que más tenía que hacer: llamar a Lee y orinar. Pero no tenía el número de él en mi teléfono celular. Oh no. Eso quería decir que debía entrar a la habitación de mi madre y, justo en ese tipo de mañanas, la sola idea de mirar hacia esa puerta me parecía repulsiva.
Tomé valor y entré, intentando hasta no oler nada.
Después de unos cuatro meses en su relación, esa noche había sido la primera del PdT en casa, y ella solía hacer de esas veladas una ocasión especial. «¡Y vaya que lo fue!» Pensé morbosamente divertido y evitando mirar a la cama.
Al inicio de la velada, PdT se las había visto con una romántica cena de dos convertida en una común para tres, porque yo llegué cuando se suponía que iba a dormir fuera de casa. 
Lograron salvar la ocasión al salir del apartamento a dar un paseo y regresar cuando dormía, (insértese aquí «cierta actividad», para mi gusto inexistente al tratarse de mi madre), luego les tocó la puerta un herido Ben… Y todo terminó en una Oni aplastada por un perro de Fu en una habitación mágica a medio destruir.
Dejé de sonreír. Muy posiblemente, Mark no iba a regresar y mi madre se lo iba a pasar mal, no solo por él, también al lidiar con las repercusiones de todo lo que acababa de pasar y que había traído hasta aquí Ben.
Aunque no se puede culpar a mi padre por traernos problemas, porque solo intentaba no morir al buscar ayuda médica-mágica, en ese momento sí que lo hice.
Encontré el teléfono celular de mi madre en la mesita de noche. Salí de ahí y, apenas lo activé, vi que había un mensaje de, vaya coincidencia, Lee. «Reporte de status. Tenemos que hablar». Él siempre tan marcial y al punto.
Antes de llamar a Lee, toqué la puerta del Círculo y pregunté:
—¿Necesitas ayuda?
No que me muriera de ganas por tener que entrar ahí. De solo imaginar la situación, me parecía… No apta para menores. Pero, como ella era a la que acababan de destruir parte de su querido Círculo, tenía un ex que le traía solo problemas y un nuevo ex por ese problema traído, me parecía lo mínimo que podía decirle.
Al menos, todo estaba muy silencioso ahí dentro, y eso presagiaba buenas cosas.
—No. ¿Qué dice Lee? —respondió ella, atareada.
Ese también era un buen tono de voz. El que decía: «Puedo hacer que todo esté bien, pero solo si no me estorbas al trabajar».
—Creo que ya lo sabe. Dejó un mensaje: Reporte de estatus, tenemos que hablar.   
—Hazme un poco de café antes de llamarle, por favor.
Me lo había imaginado. Mi madre usa el café como calmante. Al lado de la cocina como estaba, me di cuenta de que tenía hambre. Y sueño… Pero, antes que nada, fui a orinar.

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